Actividad médica de hermandad en Zhangpojiao.
El 27 de Marzo del 2008 llegaba a Kunming un equipo medico de EE.UU., para realizar una mission médica completamente gratuita con las minorías étnicas de la provincial de Yunnan (China). Entre ellos había especialistas de medicina general y pediatría, además de un grupo de traductores, formando un equipo de 5 personas. Estos médicos utilizan su tiempo de vacaciones, se subvencionan ellos mismos el viaje y trajeron consigo 5 grandes cajas de medicinas compradas también por ellos mismos. El proyecto comprendía atención médica en tres lugares de la Prefectura del Honghe, en las cercanías de la ciudad de Kaiyuan: Zhangpojiao, Fuming y Jinyin. También participaron en esta actividad 3 hermanas dominicas provenientes de Taiwán.
Para ganar tiempo, el mismo día, a las 2 de la tarde salimos un grupo de 12 personas rumbo a la ciudad de Kaiyuan, al sudeste de Yunnan. Después de una noche de descanso, salimos en dirección a la población Miao de Zhangpojiao, a donde llegamos después de unas dos horas de viaje por los caminos de montaña llenos de baches. Allí nos esperaban todos los habitantes del pueblo, que ya llevaban esperándonos un largo tiempo. Habían cogido una gran variedad de flores silvestres y, en cuanto vieron llegar el primer coche, nos rodearon para darnos la mano a todos y para ofrecernos ramos de flores de todos los colores. Así, entre canciones y rodeados de todos ellos, llegamos al patio de la escuela primaria Daoming. Ninguno de ellos quería separarse de nosotros.
¡Cómo nos gusta escuchar su bella voz y ver su cálida sonrisa! Pero estamos en una lucha contra el reloj para que los médicos puedan ver al máximo número de pacientes, así que comenzamos inmediatamente a trabajar. Habíamos preparado dos salas de consulta en las aulas para controlar la presión arterial a todos, y que los pacientes acudieran conforme a una lista que habíamos preparado y en la que los habitantes de Zhangpojiao se habían inscrito previamente. Después, los pacientes recibían los resultados de este primer análisis y hacían cola para el siguiente examen. En un momento, la cola de entrada en las clases se había convertido en dos largos dragones. En el interior, los médicos examinaban cuidadosamente a todo. Cada médico tenía dos o tres traductores: inglés, chino y hmong (lengua propia de la minoría Miao), por lo que podemos decir que las barreras lingüísticas fueron el principal obstáculo que afectó a la velocidad de la misión médica. Nadie se preocupaba de descansar ni siquiera para beber agua. Y así continuó la visita hasta las 2 de la tarde, momento en que paramos para comer. La comida fue extremadamente sencilla: una caja de fideos precocinados para cada uno. Después de la comida, el equipo médico fue a visitar algunas casas de Zhangpojiao, donde pudieron comprobar la situación de extremada pobreza en la que viven. Esto les reafirmó en su decisión de ayudar a los habitantes de Zhangpojiao.
Tras la visita a la aldea, los médicos comenzaron inmediatamente a trabajar de nuevo. La médico pediatra se llama Elisa y procede de Hawai. Es joven y muy guapa. Su mesa está llena de instrumentos médicos y también de pequñas pegatinas de colores. Cuando va a examinar a un niño, primero deja que el niño escoja la pegatina que más le gusta y después les ayuda a pegarlas en sus ropitas o en sus manos. Por eso los niños se dejaban examinar sin ninguna dificultad. Cuando da medicinas a los niños, primero explica pacientemente a los padres el modo de usarlas, e incluso les hace una demostración de cómo hacerlo. Los aldeanos reciben gratuitamente las medicinas que necesitan y los niños, viendo la alegría de sus padres y las medicinas empaquetadas como si fueran dulces, también están muy felices.
La mayoría de los pacientes acude a la clínica de medicina general. Muchos son ya mayores que, debido a una vida tan dura y pobre, tienen ya enfermedades crónicas. El médico que lleva la consulta, el Dr Ho, con esta es la tercera vez que realiza misiones médicas en Yunnan, por lo que tiene mucha experiencia. Él es doctor del Ejército del Aire de EE.UU, y tiene mucho prestigio. Es un gran trabajador: él personalmente prepara las pruebas de orina a los pacientes; algunos de los pacientes necesitan inyecciones, pero están tan sucios que el Dr. Ho tiene que limpiarles pacientemente más de 10 veces antes de poder ponerles la inyección. Hubo también otro paciente que se quejaba de dolor en el pié. Allí mismo se quitó sus botas de goma. Cuando el Dr. Ho levantó su pié para examinarle, pude ver su cara de sorpresa, abriendo ojos como platos e incapaz de decir ni una palabra. Me acerqué para echar un vistazo: la razón del dolor es que como hacía varios años que no se lavaba ni se cortaba las uñas de los pies, éstas habían crecido ya 3 ó 4 cm. y además se habían curvado. Más alarmante es que en las uñas se había depositado una gran cantidad de “algo” negro. Yo pensé que el Dr. He iba a bajar inmediatamente el pie del enfermo, pero no fue así, sino que lo levantó algo más para examinarlo más de cerca, y examinó cada dedo y cada uña cuidadosamente y después le dio las medicinas correspondientes. Todos los aldeanos recibieron gratis las medicinas que necesitaban. Algunos de ellos las tomaron inmediatamente y decían que nunca habían tomado medicinas tan buenas, especialmente los niños, porque sus medicinas eran bonitas y dulces.
Las consultas continuaron hasta las 6 de la tarde, sin tiempo para descansar. Los médicos tenían los ojos rojos de cansancio y, finalmente, uno de los traductores nos dijo: “estos médicos acaban de llegar de América y no han tenido tiempo para aclimatarse al nuevo horario. Deben parar ya por motivos de salud”. Normalmente se necesitan al menos 3 ó 4 días para aclimatar el cuerpo a la diferencia horaria, pero ellos, después de más de 20 horas de avión y de más de 300 km. de carretera montañosa, no han tenido ni tiempo para respirar. Me sentí culpable y me sentí inhumana y cruel. Sin embargo, el Dr. Ho dijo claramente: “No miréis al reloj. De aquí no nos marchamos hasta que hayamos visto al último enfermo”. No puedo describir lo que sentía mi corazón al escuchar estas palabras! Y así continuamos hasta que vimos al último enfermo. Ya eran las 8 de la noche.
Llegó el momento de despedirnos de todos los aldeanos, que nos estaban esperando fuera. En cuanto salimos, todos nos rodearon: algunos nos daban efusivamente la mano mientras nos decían unas frases de agradecimiento, otros nos abrazaban sin poder decir palabra, muchos nos seguían porque no querían que nos marcháramos, los niños se agarraban a nuestros vestidos mientras lloraban, los ancianos hacían el signo de la cruz en silencio, y muchos hombres se limpiaban las lágrimas de sus ojos con las mangas mientras las mujeres estaban constantemente poniendo sus manos en la nariz. La frase que escuchaba más frecuentemente era: “Que la paz del Señor esté con vosotros”!
Caía la noche y el cielo estaba brillante y nuestros espíritus estaban llenos de amor!
En los lugares donde no hay esperanza, vamos a traer esperanza!